El viaje de Lucas: Una historia de fuerza y resistencia

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Jamie

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En mayo de 2023, nuestro mundo cambió para siempre. Mi hijo Lucas empezó a sufrir dolores de cabeza y vómitos, síntomas que inicialmente se atribuyeron a una infección sinusal. A pesar de las múltiples rondas de antibióticos, su estado no mejoró. Desesperados por encontrar respuestas, tomamos la difícil decisión de viajar a México en busca de una mejor atención médica.

El viaje fue largo y agotador. Lucas estaba increíblemente débil y estuvo a punto de perder el conocimiento durante el viaje. Al llegar, una gastroenteróloga pediátrica se dio cuenta de que su ojo se desviaba y que no paraba de tocarse la nuca. Al darse cuenta de que algo iba muy mal, nos envió inmediatamente a urgencias para que le hicieran más pruebas. Una tomografía computarizada y una resonancia magnética confirmaron nuestros peores temores: Lucas tenía un tumor en el centro del cerebro.

Oír el diagnóstico destrozó mi mundo. Pasamos dos días en el hospital, aprendiendo sobre el tumor, los desafíos del tratamiento y la abrumadora carga médica y financiera que nos esperaba. Dada la complejidad de su caso, tomamos la decisión de buscar atención especializada en el Texas Children's Hospital de Houston, a sólo dos horas de nuestra casa.

En el Texas Children's, el equipo médico confirmó que Lucas tenía un craneofaringioma, un tumor cerebral poco frecuente. Esa misma noche, realizaron su primera cirugía para colocar una derivación, aliviando la presión de la acumulación de líquido en su cerebro. Durante los cinco días siguientes, consultamos a innumerables médicos sobre las opciones de tratamiento, sopesando los pros y los contras de la cirugía frente a la radiación.

Con conocimientos limitados pero una fe profunda, optamos por la cirugía. La intervención duró más de 10 horas y, cuando Lucas despertó, su primera pregunta fue: "¿Me han quitado la bolita de la cabeza?". Su resistencia brilló incluso en sus momentos más vulnerables.

Nuestra estancia en el hospital duró tres semanas. Lucas tuvo que someterse a innumerables análisis de sangre, medicación y un control riguroso de sus niveles de sodio, ingesta de líquidos y gasto. Justo cuando pensábamos que estábamos en vías de recuperación, se le formó un absceso líquido bajo el cuero cabelludo. Inicialmente controlado, pronto se hizo evidente que era necesaria una nueva intervención. Su neurocirujano intentó drenarlo, pero a los pocos días volvimos al hospital para una tercera operación.

Esta vez, el equipo médico le colocó una derivación desde el cerebro hasta el estómago para garantizar un drenaje adecuado y evitar futuras complicaciones. Era otro obstáculo más en el ya difícil camino de Lucas, pero lo afrontó con un coraje extraordinario.

Desde entonces, nuestras vidas han cambiado de un modo que nunca imaginamos. Lucas toma tres medicamentos al día y recibe una inyección de hormona del crecimiento todas las noches. A pesar de estos ajustes, sigue siendo el niño alegre y lleno de energía que siempre ha sido. Mirándole ahora, cuesta creer todo lo que ha soportado.

Estamos increíblemente agradecidos a los profesionales médicos que atendieron a Lucas, al apoyo de la familia y los amigos y a la fuerza que nos ayudó a salir adelante. Por encima de todo, estamos agradecidos porque hoy Lucas se encuentra bien, prueba de que la esperanza y la resistencia pueden superar incluso las batallas más duras.

Las familias que se enfrentan a situaciones similares deben saber que no están solas. Hay esperanza y una comunidad dispuesta a apoyarles en cada paso del camino.

-Mamá de Lucas

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